Caracolera o “cachulera” realizada en esparto crudo, donada por Ceferino Cardós Selva. Morfológicamente es una cesta de forma ovalada realizada con esparto crudo trenzado. Tiene un diámetro máximo de 22 cm. Y una longitud de 36 cm. Se usaba tradicionalmente para guardar caracoles en época de recolección. El uso del esparto para fabricar este tipo de materiales permitía que se conservaran frescos y que la baba se eliminase gradualmente.

La pieza está tejida con técnica de punto de cofín, concretamente con el punto de caracolera. El punto de cofín  es una técnica de trenzado continuo de tres ramales y que no se cierra lateralmente, sino que se deja suelta una secuencia de ramales a lo largo de uno de los márgenes, lo que permite el aumento ilimitado del tejido en más de un dirección, y mientras no se cierra el trenzado lateralmente. De este modo, las fibras van tomando un aspecto de pequeña hélice, al ascender en forma escalonada hacia una dirección, formando en cada vuelta falsas trenzas entre ellas.

En la variante del punto de caracolera, la diferencia principal es que va dejando un espacio entre cada vuelta del tejido. La amplitud del espacio se marca al sujetar con la mano izquierda el ramal que entra en la pinza, dándole la separación a voluntad. Las caracoleras, también llamadas cachuleras y cernachos, se pueden empezar por la boca, con una cadena de anillas o por la base.

La recolección de caracoles es una práctica típica en la provincia de Albacete, que predomina durante los meses de primavera. Las caracoleras y el esparto forman parte esencial del patrimonio cultural y etnográfico de Hellín, ya que durante siglos el esparto fue recolectado y trabajado por generaciones de hellineros para elaborar cuerdas, alpargatas, fundas para botellas y un gran número de útiles domésticos y agrícolas. Hoy en día, tanto el uso del esparto como la fabricación de caracoleras ha disminuido, pero aún sobreviven como símbolos de la identidad rural y el esfuerzo de generaciones pasadas.